No llevo más de una entrada y ya tengo un colaborador, @josuperezmarin,que es precisamente el que nos trae la crítica de hoy. Disfrutad.
Double Indemnity (1944) es la cuarta película de Billy Wilder como director, y también su cuarta como guionista. No obstante es la primera que escribe y además dirige, su trabajo para la Paramount, en este caso, fue doble. En España el título fue canjeado por el de Perdición, sin embargo el original, que viene a significar “doble indemnización” tiene mucho más sentido. Double Indemnity forma parte de lo que la crítica francesa llamó film noir. Tras la segunda guerra mundial las películas estadounidenses, que no habían cruzado el charco debido a la situación beligerante del viejo continente, llegan masivamente a Europa. El cine de gángsters digi-evolucionado (con perdón) que llegó fue bautizado por la crítica como cine negro. Sin más dilación, Perdición.
La historia se desarrolla en Los Ángeles. Un vendedor de seguros, Walter Neff, tiene una vida tranquila y sin aparentes complicaciones, goza de un puesto en la Pacific All-Risk Insurance Company que le reporta un buen sueldo y no parece tener grandes aspiraciones. Hasta rechaza el ascenso que su jefe, el avispado Barton Keyes, le ofrece. Un día debe asistir a un encuentro con un cliente que tiene que actualizar la póliza de sus vehículos. La perdición de nuestro protagonista viene de la mano de una femme fatale rubia y con tobillo adornado por una pulsera. La señorita Phyllis, mujer infeliz del acaudalado magnate petrolífero Dietrichson, recibe a Neff en el tenuemente iluminado salón. Su flirteo con ella desencadenará los hechos. Amargada por un matrimonio que no la satisface, la mujer ha deseado en decenas de ocasiones, la muerte de su marido. Y encuentra en Neff al hombre que puede liberarla. Esta historia oscura que mezcla, amor, traición, venganza y dólares, muchos dólares (sazonada con una pizca de ironía), encuentra su estética en la fotografía en blanco y negro, más negro que blanco, de John F. Seitz (nominado al Oscar por Sunset Boulevard).
Wilder opta por comenzar la historia por el final, quedando ésta encorsetada por una escena hábilmente troceada. Neff llega malherido al despacho de su jefe y graba en un magnetófono su confesión. Ha matado al señor Dietrichson por dinero y por una mujer, pero no ha conseguido ninguna de las dos cosas. Con un narrador que se pasea del ámbito diegético al extradiegético a placer, Wilder da salida paulatina a los acontecimientos. Ofreciendo lúcidas pistas al espectador para ayudarle a descubrir los fragmentos que han quedado ocultos, al empezar el relato con la conclusión de la historia. El flashback va y viene a merced de la intensidad de las declaraciones de nuestro protagonista. Tanto es así que a Wilder no le importa cortar el relato de la mirada atrás para mostrarnos a Walter abatido, sentado tras el escritorio, vomitando en el micrófono sus culpas. Un travelling avant y un travelling retro nos acercan y nos alejan del sanguinolento Neff para enfatizar el dramatismo de sus palabras. Está débil pues ha sido herido (no os diré ni cómo ni por qué) y está desecho, pues ha tirado por la borda su vida y su carrera por un amor que él creía real pero que en realidad era ficticio.
El señor Keyes es un hábil desmontador de mentiras urdidas
para cobrar las pólizas de seguros de manera fraudulenta. En treinta y no sé
cuántos años el enano de su estómago no se ha equivocado, siempre ha cogido a
los culpables y evitado pérdidas millonarias a la compañía. Pero esta vez, al
tener al culpable tan cerca, al ser un amigo, el enano se cegó. Es oportuno
destacar aquí que Keyes, habitual fumador de puros, no logra encontrar nunca
una cerilla con la que prenderlo, y Neff siempre está ahí para ayudarle. En la
escena final, un moribundo Neff a los pies de la puerta de la oficina donde está
impreso el logotipo de la empresa (tomadlo como queráis), no tiene fuego y es
Keyes quien le enciende el cigarro. Aunque Barton ya había llamado a la
policía, Wilder deja la puerta abierta (al igual que la de la oficina) para que
el jefe eche un capote a su empleado.
A pesar de comenzar la historia por el final, no es
una película predecible, sino todo lo contrario, es este recurso narratológico
el que da pie y mueve los engranajes del film de Wilder.
La puntuación de Josu:
¡Ah! ¿Por qué lo de doble
indemnización os preguntaréis? Caerse (y morir) desde un tren en marcha supone
cobrar el doble del seguro. Estadounidenses.
Un abracito.
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