El futuro es causa del pasado. El pasado siempre está abierto. Hacer historia es ajustar retroactivamente el pasado. Las nuevas generaciones lo reescriben desde su nuevo punto de vista. Estas líneas parecen venirle como anillo al dedo a Metrópolis, 1927 (Fritz Lang).
En 1910 el cine es ya un arte a nivel mundial. El estallido de la Gran Guerra altera la circulación de las películas. En 1916 el Gobierno alemán prohíbe la mayoría de los filmes extranjeros (la mantendrá hasta hasta casi finales de los años 20). El resultado es un incremento de la producción propia. En 1914 existían 25 productoras registradas en el país, al final de la guerra ya eran 130. Como consecuencia de la derrota Alemania es castigada con pérdidas territoriales y condenada a pagar los destrozos causados por el conflicto bélico. Se instaura la República de Weimar. El cine, y el arte en general, es un reflejo de la situación sociopolítica de un país.
El cine alemán de entreguerras se caracteriza por dar cobijo a una serie de “géneros” muy diferentes unos de otros. Metrópolis se enmarca en lo que se ha conocido como “el expresionismo alemán”. El cine expresionista subraya la dimensión grotesca del mundo, por tanto, no es un arte realista. En febrero de 1920 se estrena El gabinete del Dr. Caligari (Robert Wiene) inaugurando este nuevo movimiento. Se pone el énfasis en el elemento visual favoreciendo las composiciones muy elaboradas de los planos. Los autores se preocupan de representar los sueños y las pesadillas interiores. Los decorados imposibles y la iluminación no realista inundan las pantallas. Películas como Nosferatu 1922 o El último 1924 (ambas de F.W. Murnau) son grandes ejemplos de esta corriente. Metrópolis es considerada la última película del expresionismo alemán.
El rodaje se extendió durante más de un año, de mayo de 1925 a agosto de 1926. Presupuestada en ochocientos mil marcos, finalmente costó más de tres y medio (ó 1,5 y 5 millones respectivamente según las fuentes). En una primera recaudación en Berlín sólo consiguió la irrisoria cantidad de setenta y cinco mil. La productora alemana más importante que ha existido, Universum Film AG (UFA), había llevado a cabo su producción más cara. Un riesgo que la llevó a la ruina. Tras este primer estreno la cinta fue mutilada para los próximos pases, lo mismo sucedió con su distribución internacional. Desde entonces nadie ha vuelto a verla en su versión completa. Pero aquel fracaso de taquilla es hoy una de las obras más importantes de la Historia del Cine. Metrópolis se erige hoy como la obra maestra del director vienés Fritz Lang.
Metrópolis desarrolla su trama en el año 2026, es decir, a cien años vista. “El mediador entre el cerebro y las manos ha de ser el corazón”. Con esta frase se abre la película. Establece además el recorrido de la misma e incluso su final. A lo largo del metraje descubriremos quién hará de mediador y, como consecuencia, ejercerá su papel en los minutos finales intercediendo por la paz. Explicaremos esta idea más adelante cuando identifiquemos a cada una de las partes en conflicto.
Las primeras imágenes que presenta la película son una batería de planos de máquinas y engranajes, al estilo de Ballet Mécanique de Fernand Léger, película dadaísta de 1924, año en que Fritz Lang y su mujer Thea Von Harbou concibieron el guión de su Metrópolis. Con ellas se nos introduce en el mundo que va a explorar la película, un mundo industrial con conflictos entre obreros y burgueses. Harbou es considerada la autora del guión, antes de rodar la película había publicado la historia en una revista de la época en forma de fascículos novelados.
Muy por encima de ese entorno fabril de máquinas que se mueven sin descanso se erige la Nueva Torre de Babel. Situada en el centro de la ciudad es el rascacielos desde el que Joh Fredersen, señor de Metrópolis, controla la ciudad. Desde el primer momento se establecen una serie de dualidades que conviene aclarar cuanto antes. Están estructuradas conforme a un eje vertical que conecta el mundo de “arriba” con el mundo de “abajo”. Así, los términos riqueza, burguesía y poder se contraponen a los de pobreza, obrero, servidumbre. La burguesía vive arriba mientras que la masa obrera lo hace abajo. “En las profundidades de la tierra estaba la ciudad de los obreros”, reza el intertítulo animado que pasa bajando, como el ascensor de los obreros. Las calles de esta ciudad son monótonas y sus edificios lisos y llenos de ventanas. Por contra, el Club de los Hijos es la ciudad que está por encima de la ciudad de los obreros. Se halla dotada de todo tipo de infraestructuras de recreo y jardines.
Freder, el hijo de Joh Fredersen se encuentra disfrutando de una jornada de recreo en el Club de los Hijos, concretamente en los Jardines Eternos. De pronto una muchacha irrumpe en ellos, acompaña a los hijos de los obreros, a quienes ha subido para que puedan contemplar a sus “hermanos”. Se trata de Maria. Freder empieza a plantearse si tiene sentido que existan dos ciudades, y que una esté por encima de la otra. Por este motivo decide descender a la ciudad de los obreros. Lo que encuentra allí se asemeja mucho a la esclavitud. Pronto empieza a trabajar como un obrero más. Pero sucede un accidente, la máquina-corazón, que es el centro de energía de Metrópolis se estropea y estalla. Lang coloca aquí un suceso que actúa como premonición, es un avance de lo que va a pasar en el clímax cuando toda la ciudad se venga abajo.
De la mano de Joh Fredersen nos sumergimos en la casa del inventor Rotwang (interpretado por Rudolf Klein-Rogge, actor famoso por protagonizar El gabinete del Dr. Caligari 1920 dirigida por Robert Wiene y El doctor Mabuse 1922 de Lang). Este científico (loco) ha diseñado un robot humanoide llamado ser-máquina. Puede adquirir el aspecto físico del ser humano que se desee (una especie de homenaje podemos hallarlo en uno de los capítulos de la serie de Matt Groening Futurama). Por cierto, el ser-máquina bien podría ser la mujer de C-3PO.
En
las catacumbas de Metrópolis, es decir, más abajo todavía que la ciudad de los
obreros, la adorable joven de la que Freder se ha enamorado, Maria, promueve la
paz. En este punto, y rodeada de un altar pronuncia las palabras “El mediador
entre el cerebro y las manos ha de ser el corazón”. Y ese mediador resulta ser
Freder. El cerebro es Joh Fredersen y las manos son los obreros. Rotwang
secuestra a María y pone sus facciones al ser-máquina con el objetivo de causar
una rebelión de los obreros. Así Joh Fredersen provoca el caos y deja que los
obreros cometan agravios usando la violencia, para así poder reclamar el
derecho a usar la violencia contra ellos (en sus propias palabras).
Justificación típica de tirano. Mientras que Maria hablaba de paz a los
obreros, Maria-máquina habla de rebelión para destruir la confianza en el
mediador. De este modo el personaje de Maria encarna la dualidad bien/mal bajo
una misma fachada.
María-máquina
focaliza al enemigo en las máquinas, a pesar de que ella misma es una máquina.
Insta a los obreros a destruirlas, “matad a las máquinas” exclama. Un siglo
antes, la Revolución Industrial en Inglaterra había dado origen al Ludismo, un
movimiento que recogía las protestas de los obreros
por los despidos y los bajos salarios causa directa de la introducción de
máquinas en las fábricas. Los obreros atentaban contra las máquinas
destruyéndolas.
La
verdadera María consigue escapar de Rotwang pero Maria-máquina ha llevado a los
obreros a destruir la máquina-corazón. Como consecuencia la ciudad de los
obreros queda anegada. Resulta impresionante la secuencia de la destrucción de
la ciudad, con miles de litros de agua inundando los platós y destruyendo las
maquetas y decorados. De pronto los enloquecidos obreros detienen la
celebración y recuerdan que sus hijos estaban en la ciudad, ahora destruida, y
culpan a Maria-máquina, a quien rebautizan como la Bruja. La masa sedienta de
venganza encuentra a Maria y a punto están de lincharla. Por suerte se
escabulle y los obreros echan mano de Maria-máquina, a quien queman en la
hoguera en una reminiscencia de la Edad Media. Finalmente Freder cumple su
papel profético y actúa de mediador entre Joh Fredersen y los obreros. De nuevo
leemos la frase “El mediador entre el cerebro y las manos ha de ser el
corazón”, que cierra el film.
Con
este resumen hemos comprobado que los principales temas tratados en el filme
hacen referencia a la lucha de clases, la esclavitud y la división del trabajo.
Los obreros aparecen representados como una masa cabizbaja que se mueve al
unísono con ritmo de marcha militar. Además realizan su trabajo con movimientos
mecánicos y casi coreográficos, más adelante parodiados por Chaplin en Tiempos
Modernos 1936.
Continuará...
1 comentario:
El cine me encanta y por eso disfruto de ver distintas películas cada vez que tengo la oportunidad. Cuando me quedo en los apartamentos en buenos aires mio o de mis amigos, trato de ver películas que conseguimos de internet
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